Juré que nunca volvería a visitar
esta zona tan cerquita de la avenida Mario Colín y de la estación Tlalnepantla
del Tren Suburbano. Por desgracia, la premonición resultó equivocada por
cambios inesperados que nos depara la vida.
La primera vez que llegué a ese
lugar (en la Calle Sor Juana Inés de la Cruz No. 2-1) mi habitual nerviosismo
destrozaba la poca paciencia que en ese momento aún conservaba. No tenía la
menor idea de dónde estaba ni a quién iba a dirigirme para la entrevista previamente
pactada por el 15 aniversario de este peculiar recinto. Para colmo de males,
iba con dos horas de retraso y la sospecha de que, por impuntual, iban a
mandarme directito al carajo. Por fortuna, no fue así.
A once años de ese encuentro, no
negaré que una sonrisa se dibuja en mi rostro al recordar el encuentro con la “barra
brava”, comandada por el genial Chuyasso, en ese lugar donde uno se la podía
pasar bien: el mítico Café ES3.
Los recuerdos se agolpan y se
convierten en verdaderas ráfagas de golpes anímicos al pensar en Alma “la chica
kamikaze”, en Sol “la milagrosa”, en Aura “la chica cronopio”, en Juan, en
Saúl, y en tantas vivencias que pasamos, siendo parte de algo de lo que nunca
fui.
¿Why don’t you play the game? Daftpunk
empieza a sonar en la rockola de mi mente.
Odio que pase eso. Nada que unos
cuantos golpecitos en la sien con el índice no puedan solucionar.
"Y nos dieron las diez y las once…las
doce y la una y las dos y las tres".
Esto está peor. La fórmula resultó contraproducente y la
consecuente oleada de vivencias no tardó en llegar a mi mente y mi corazón.
La verdad es que nos podían dar
las seis de la mañana y aún podíamos seguir ahí, cuando el tiempo era algo
relativo, como los sueños y las emociones que produce el querer comerse al
mundo a tus 18 años.
Ahora, a los 29, y después de jurar que nunca
volvería a visitar esta zona tan cerquita de la avenida Mario Colín y de la estación
Tlalnepantla del Tren Suburbano, me encuentro con una infame lona negra con la
leyenda “The Beer Box” en lo que alguna vez fue un lugar donde uno se la podía
pasar bien.
No vengué la memoria de nadie a
pedradas contra los cristales como lo hubiera hecho Sabina, tan sólo contemplé
por unos segundos ese lugar, encendí un cigarrillo y seguí mi camino con otra
selección aleatoria de mi rockola mental: "En Comala comprendí que al lugar
donde has sido feliz no debieras tratar de volver".
Maldito Sabina, cuando te esmeras
en desmadrar algo, lo consigues con una canción u otra.
Salud por él.