viernes, 30 de diciembre de 2011

La prostituta predilecta


Era una tarde gris, llovía. Ella siempre pedía un whisky en las rocas después de rentar su piel un rato y de inhalar un poco de cocaína. Siempre en este bar de mala muerte.


Me había acostumbrado a verla aquí, rodeada de borrachos y perdedores con los que me sentía identificado.

No siempre fue así. En algún momento de mi existencia, recuerdo que fui feliz al lado de esa mujer a la que tanto ame. Pero ahora que mi memoria me atormenta nuevamente, me doy cuenta de la verdad. ¡Esa verdad que me mata y me condena con morboso placer! 

Ella me amaba. Me amaba tanto que lo dejó todo por mí...su casa, su escuela, sus sueños, su vida misma; pero después de tan grande sacrificio, lo único que encontró fue a un charlatán que la enamoró a base de engaños e ilusiones efímeras. Pobre ilusa. 

Yo la amaba, mas no tenía nada que ofrecerle, pues el dinero que ganaba trabajando en este asqueroso bar solo me alcanzaba para comer como un vil perro y dormir en un arrabal al que orgullosamente llamaba "hogar". 


Ella no merecía vivir entre esta mierda, se merecía algo mejor, más nunca se quejó. 

A ratos, extraño sus labios, los mismos que han perdido su color y sensibilidad al besar tantas bocas; también su sonrisa, ahora opacada por la tristeza de su rostro al recordar ese amor que la traicionó. 


Extraño sus palabras que me decían que todo iba a cambiar, pues el amor todo lo puede solucionar...Que ingenua era mi muñeca rota. 


A veces, al verle rodeada de esos hombres que buscaban recorrer su cuerpo ofreciéndole un poco de dinero, me preguntaba si el sexo sin placer la enloquecía tanto como yo lo hacía, pues poner a la venta un orgasmo de alquiler con ruidos de satisfacción fingida dista mucho de ser algo entretenido. 


Estúpidos, le ofrecían el cielo entero cuando estaban condenados a vivir en el infierno de la hipocresía.


Ahora sólo quisiera saber porque no la puedo sacar de mis recuerdos. ¿Porqué no he podido alejarla de mis sentidos? Porque siendo sincero, no quiero seguir aguantando este castigo, ya que la ame como nadie podrá imaginar. 

No tenías que convertirte en esto, ¡No tenías que volverte una prostituta! ¡Todo menos eso! 

¿Porqué me castiga así? ¿Porqué no regresar a la vida que una vez rechazó y volver a empezar para buscar el tener una vida feliz? 

Los recuerdos me atormentan. No me dejan vivir en paz. Pero eso ya no importa, pues este tormento insoportable muy pronto llegará a su final. La habitación reservada nos espera y ese lugar marcará nuestro punto final.

Con mi actitud te convertí en una prostituta, más esta última cita entre nosotros arreglará esta condena. Si en esta vida nos encargamos de destrozar nuestra alegría, debe existir un sitio mejor en el que encontremos felicidad eterna. 

Ahora, no resta nada más que decir "adiós, mi prostituta predilecta".

No hay comentarios.:

Publicar un comentario